lunes, 13 de octubre de 2014

Ella


Luis Hernández - Graciela. 


Prometo no tocarte, le decía desde el otro lado del teléfono.
Ella caminó hasta el dormitorio, se acostó suavemente entre las sábanas perfumadas de deseo, Cerro los ojos, su cabello largo enredado entre los pecho, la luna iluminaba la habitación como dejando ver solo una silueta recostada con los pies entrelazados.
El calor subía lentamente, la sangre corría desde sus piernas contorneadas de excitación.
Esa sensación de aventura de intimidad, el calor que sentía en sus mejillas se transportaba acelerando el corazón cada vez más a la espera sutil que tomen sus perfumes, esos que nunca llegará a oler, privilegios de valerosos hombres cautivos de alientos exóticos.
Sus piernas dobladas, sus rodillas se deslizan entre la cama vacía.
En el sueño goza la sensación de llegar al punto extremo de placer, la lengua sedienta, su pecho agitado, los muslos se retuercen, mueve la cabeza de lado y se despierta,
un golpe en la puerta la devuelve a aquella realidad.
Camina hacia la entrada y estaba él, con su promesa en la boca...




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