...Una joven que llego inesperada una tarde, cuando estaba yo concentrado escribiendo las últimas páginas de una historia llamada “tarde”. Recuerdo que estaba en uno de esos días grises, nostálgico y rebelde a la vez. Ella fijo su mirada hacia mí, su presencia dio una especie de encandilamiento,además de una brisa fría que enmudeció el momento. Mi cabeza sostenida por mi mano, unas cuantas hojas en la mesa y un lápiz que apuntaba las últimas líneas que acabaron pasando desapercibidas. Le invite un café que no acepto, y con una oportuna sonrisa me dijo “gracias” —Lamento interrumpir —Mencionó la joven. —No, ya había terminado, por suerte. —Aclaré. Aquella cercanía no me decía otra cosa; sabía que venía dispuesta a cualquier desventura, lo cierto es que desde el momento en la que vi allí parada, todo cambió, una hora después ya me había vuelto loco. Me habló de sexo y dijo que era esa la razón que la había conducido hasta mí, y no fantaseaba, ni daba vueltas al asunto, solo hablaba de sexo. Tres horas más tarde ya le había hecho el amor, supongo que debí haberlo evitado, o al menos tratar de hacerme el disgustado, pero ella lo hizo todo, la culpo del hecho. Y la culpo también por haber aparecido tan de repente, por llegar tarde, y tener que haber escrito esta corta historia, tan espontanea como ella… bueno, lo cierto del caso, es que nunca le dije “adiós”, porque nunca me dijo “hola”. Quizás vuelva, quizás no...
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